"En una región remota y antigua había un valle en cuyo centro se erguía un árbol esplendoroso. La hierba crecía a sus pies, los pájaros cantaban a la sombra de sus hojas, el agua clara sonaba entre sus raíces y por la noche, cuando la vida del valle descansaba, la luna venía a acariciar sus más altas ramas. Un día pasó por allí un poderoso mago que al ver el árbol quedó prendado de él y lo convirtió en un arpa. El arpa maravillosa fue regalada al emperador Ming-Huang, pero ninguno de sus músicos fue capaz de tocarla. Por más que se esforzaban, ni un solo sonido salía de las cuerdas del árbol dormido. El emperador mandó llamar al músico más famoso de China, que vivía retirado en las montañas. El maestro Piewoh contempló largo rato el arpa y empezó a cantar suavemente. De pronto del arpa comenzaron a brotar sonidos maravillosos que se unían a la voz del maestro creando una melodía que dejó a todos los presentes extasiados.
-¿Cómo has podido conseguirlo con tanta sencillez cuando los mejores músicos de la corte han probado durante semanas sin conseguirlo?
-Le he hablado del valle que le vio nacer, de la hierba que crecía a sus pies, de sus amigos los pájaros, del torrente, de la luna en sus ramas... (...). Los otros fracasaron porque cantaban para sí. Yo dejé que el arpa escogiese su tema, y no supe con certeza si el arpa era Piewoh o Piewoh era el arpa."
Cuento popular taoísta. Cit. por Luis Racionero. Textos de estética taoísta, págs. 22-23 y 246. Alianza editorial, Madrid 2008